Sólo enfoqué la cámara y ahí estaba esta belleza.
Bailar sentada también es bailar.
Nuestra mascota en un acto casi humano de contemplar el horizonte.
Sólo le pedí que asomara su carita entre los árboles.
Parece que le atraía su propio reflejo en la lente de la cámara.
Caminé hacia él y sólo se espantó... y voló.
Fue inevitable no fotografiar este árbol distante y solitario.
Mi primera fotografía con la Nikon.
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